Este libro que hoy me complace presentar de Pilar
Vélez, tiene la frescura de lo contemporáneo, su testimonio es el de un testigo
ocular de nuestro tiempo.
La poesía es para Pilar un todo
donde busca aprenderse. Desde donde puede invalidar el tiempo para
disipar la fugacidad de las cosas, para rescatar lo que se ha perdido, para hacer
que las cosas vuelvan. Le preocupa el tiempo, esos tatuajes que deja en la
textura de nuestro ser, a veces invisibles, pero que reclaman y
provocan una angustia, una urgencia y una necesidad de expresión. Tatuajes que son la proyección de lo que
somos en el interior, que se tejen con nuestra experiencia en esa búsqueda
constante. Que ayudan a encontrar el sentido y la significación de la vida.
Tatuajes que encuentran para cubrirse, unos “Soles Manchados” que son el
resultado de la perfección negada a la condición humana; pero que desde la poesía recobran un místico
esplendor para iluminar el camino, para acompañarnos en el viaje.
“Soles Manchados”
Esos soles que la aterran. Ese temor de la autora a quedar en penumbras, encerrada en esa
oscuridad de la no expresión, en la
nulidad de las palabras. Soles imperfectos, que tratan de ocultar lo que somos,
que nos acercan a su sombra maligna, que es muchas veces la mala sombra de los
hombres sin espíritus. Esos soles
dañados que ella quiere evitar, porque los ha alcanzado el lodo de nuestra
imperfección: odios, celos, envidias, vicios, bajas pasiones. Ella nos dice
como en un lamento: “Ahuyenté de mí, el mal presagio y los soles manchados que
trazaban mi destino.” Luego en otro
poema agrega: “Miedo de las manchas y las sombras” – nos dice, “al
hambre insaciable que se viste de leopardo.”
La imposibilidad. Esa angustia por encontrar la
palabra para revelar, condensar o recrear la esencia del mundo y darle un
sentido a nuestra vida. La poeta necesita olvidar el sabor amargo de las palabras que no logran traducir a plenitud nuestra experiencia. Entonces la
experiencia crea un lenguaje. Un lenguaje para balbucear el dolor presente, lo
que nos atañe, lo que escribimos de la historia. Repetirnos es nuestra
alternativa para volver a lo expresado,
para hacer que nuestra vida cuente.
En una de las citas del libro La Pizarnit nos
dice: “Si afuera hay sol, yo me visto
de cenizas”, Pilar en contraposición
con su aptitud advierte que si hay soles
manchados o teñidos, es necesario
vestirse de claridad y hacer que la palabra resplandezca, ella “devuelve virgen el puñado de ilusiones,
su tiempo lirio blanco, días huyéndole a la muerte.” Así su respiración se
sostiene sobre la luz. Imágenes delineadas con la mejor sencillez y gusto
posible para ayudarnos a ver.
La introspección
siempre: Mi alma cristal soplado
viaja a su propio laberinto.
Versos que nacen y se mueven a partir de experiencias interiores. Versos que apresan el instante con la estrategia misma del instante y nos conmueven. Dialoga en un tono ensimismado, su poesía habla de la experiencia íntima del ser, de la sorprendente caligrafía interior con que cada experiencia es narrada.
En este libro la autora no toca temas del amor eros, y no es que no hable del amor, otras cosas le preocupan a Pilar, quiere que miremos allí como si alzara una lámpara. Nos muestra el dolor humano, el sufrimiento, las víctimas, las muchas víctimas del mundo. Ese debe ser el objetivo del poeta “cambiar la vida” desde la poesía como pedía Rimbaud, o la propuesta Martiana “del mejoramiento humano.” Porque “la poesía nos da el deseo y la fuerza de vida”. Esa búsqueda de un sentido más humano íntegro y total de la experiencia.
Versos que nacen y se mueven a partir de experiencias interiores. Versos que apresan el instante con la estrategia misma del instante y nos conmueven. Dialoga en un tono ensimismado, su poesía habla de la experiencia íntima del ser, de la sorprendente caligrafía interior con que cada experiencia es narrada.
En este libro la autora no toca temas del amor eros, y no es que no hable del amor, otras cosas le preocupan a Pilar, quiere que miremos allí como si alzara una lámpara. Nos muestra el dolor humano, el sufrimiento, las víctimas, las muchas víctimas del mundo. Ese debe ser el objetivo del poeta “cambiar la vida” desde la poesía como pedía Rimbaud, o la propuesta Martiana “del mejoramiento humano.” Porque “la poesía nos da el deseo y la fuerza de vida”. Esa búsqueda de un sentido más humano íntegro y total de la experiencia.
Son tiempos difíciles, tiempos que necesitamos el
perdón y el olvido. Sanarnos. No hay una vida imaginaria, sino la vida
verdadera, la que tenemos aquí y ahora, donde el hombre sufre, sueña, se
desespera, una vida que nos toca reconstruir.
“Nos manchó la guerra” nos dice la
poeta con esa carga de dolor, otra vez
las manchas, ahora en nosotros
alejándonos para siempre de la claridad perfecta. Soles tremendísimos y fatales
que nos acusan, defectuosos para acompañar al hombre como si ya no fuera
trascendental su escasez de luz
espiritual. Desde la poesía Pilar
nos convence de que queda mucho por hacer.
En su obra el pasado que intenta recobrar lo próximo.
Días que vienen vestidos de hojarasca.
La poeta deambula en esas horas de los naufragios, ojos sin luz la
encuentran.
¿A dónde irán los recuerdos? pregunta para
responder: “aparecen de la nada en
ráfagas de lluvia, sus nostalgias huelen a tierra mojada, vacíos que
taladran la existencia.
Tiene el que
pregunta una necesidad, preguntar es pedir, necesitar, esperar
algo, responder es dar, y
ella ha vivido en las respuestas, no se conforma, no espera, y da el canto
generoso de una conciencia entrenada.
Sorprende la armonía
de algunos textos en los que evoca a la madre, o a la tierra añorada.
Madre de ojos quietos/
respiras/ salvada del minuto/ que tocó a la puerta
No hay ojos que atestigüen
tu palidez/ y las manos manchadas…
Tu paz/ se ha llevado mis
sombras
Su poesía lleva un soplo atávico ancestral muy ligado
a la tierra y a su cielo. Donde no está
lo tormentoso; pero si esa imposibilidad de armonizar con la vida,
recordándonos nuestra incapacidad. Nuestras desventuras. “Vagamos en el mapa perdido de la tinta,”
nostalgias de cielos que llueven solo espinas.” “A media luz la hoguera atiza
el fuego con promesas rotas.”
Ha perdido para siempre el sosiego de la madre: la
tierra de sus anhelos, ha perdido el paisaje. Ha perdido su sombra, el
sentimiento de pérdida la acompaña, pero es la poesía un lugar de posibilidad,
de resistencia. Lo sabe, sabe que el
tiempo que nos aterra es el que no se recupera y desde la poesía ruega:
Ayúdame a recordar el
sonido/ y lo que fuimos/ No hay historia/ solo imágenes que relampaguean/
perdidas en los primeros trazos/ de esta fuente que era el alma
La introspección para saberse, para llegar al
conocimiento de lo uno, para llegar a la comprensión colectiva. Desde su mundo
poético trata de entender su mundo
interior en su complejidad. “Enigma soy
de mi misma”
En el poema que dedica a las damas de Blanco en Cuba
expresa con una imagen poderosa; La
niebla es reposo, que remienda las noches en la herida.
No juzga, ni consuela, pero nos conmueven estos versos y si un poeta logra conmover ya ha cumplido su misión. Ella tiene la palabra:
“La palabra me busca, nos buscamos.”
Ella confía a la palabra sus vivencias, sus temores y aciertos, su resistencia:
“Emigra la palabra en espiral que levanta
el grano desgajado de la espiga, la que resiste el clamor solitario de un deseo resignado al golpe.”
Hay en el verso oleadas de aves y palabras. Nos posamos
como garzas sobre los pantanos de la tinta. Profundidad, lo angustioso y desesperante del tiempo. Lo que nos alcanza. La poesía es memoria, el
poeta trabaja para la memoria, si el poema traduce, podemos reconstruir el
ayer. Ella a veces levita en la armonía del milagro. Y soy honda, suficiente para anclar el verso húmedo a la gota inocente. Otras
veces parece dudar, ha perdido
la fe.
Ni todas las flores harían
la primavera/ al lado de estas lápidas/ recordándonos la muerte…
…Fue roja la lluvia/ en las
noches del ultraje/ un lobo cegado por el hambre/ nos devoró al primer disparo
…Recojo tu sombra/
—doblada—/ bajo este cielo amurallado/ inmune a los milagros
La poesía como oficio, como introspección, como posibilidad de
adentramiento en lo real, la que nos salva en determinada medida del horror con
su benignidad. La autora que reconoce las solicitudes de su mensaje, ella un caminante que encuentra siempre tiempo para
volver y que precisa nuestra compañía. Irse
y regresar, el viaje siempre en la poesía de Pilar, el viaje como experiencia,
y conocimiento. Como descubrimiento: Dejé
mi cautiverio de larva perezosa, corté las aristas, alcé el vuelo, a esa ruta
donde mi otro yo esperaba.
Se sabe descubierta, la poesía nos desnuda, es
aproximación. Al producir poesía decía
Gottfried Benn: “No se observa solo la
poesía, sino también uno mismo.” descubrimos a la mujer y lo que la hace
poetizar. Ese don contemplativo con el que es capaz de levantar el velo de la
realidad, y “vivir la experiencia de la poesía, aunque ella escape a la
escritura.”
Ser armazón en la lluvia/
hada en la neblina/ musa que recorre laberintos / y se mece en los balcones/
cuando el mundo deja de ser azul/ hora en que el universo/ se abre en
ventanales para verte.
Temí el adiós antes de
nacer/ temí mis muertes / Ese adiós sin espacio ni latidos/ sin tiempo/ Eras/
ese nudo débil que ata el aire/ un olor a cicuta que espera la partida
Cerré los ojos/ a los
arreboles prestados/ me quedé sin rostro y sin color/ Dejé que el viento se
llevara/ la carne y la memoria
Y “Vamos allí
donde no espera nada, y hayamos todo lo
que está esperando”. La poesía que es de todos, múltiple como la vida.
Ahora es el sol en las
calzadas/ el universo jugando en mi orilla/ ventarrón que azota la puerta /y
cuelga mis zapatos viejos/ en el tendido eléctrico del barrio / la falda de
listones ya no es mía / arropa la intemperie/ Luces fugigivas tejen la
primavera
El sol que es alivio para el
mundo como diría Miquel
Hernández. La poeta nos convence que hay otros soles esperándonos, la voz nos
llega con optimismo. La poesía convertida en horizonte donde se queman esos
soles dañados, y donde comienzan a nacer
otros, los perfectos. Esa es la magia de
la poesía, ese resplandor de pureza tan absoluta que nos da como ofrenda, las
nuevas luces, su sabia creadora.
Pilar el límite, la vaya divisoria, el sitio al margen
de esos soles, que oscilan entre manchas y luces para acompañarla en su escritura.
Soy una mujer recién salida
de la concha, libre para regocijar el tiempo.
Pilar nos
invita con cordialidad a que la acompañemos en el viaje.
En el horizonte anclado/ mi
verso de manos abiertas/ te espera
Seguimos al poeta en esa promesa de continuidad de la
vida, en esa expresión humilde de la belleza en el mundo. Eso es lo que a la poesía le interesa; la
vida. Hay mucha vida esperando. La muerte, la naturaleza de lo muerto no está
en la poesía, ella no muere. La poesía seguirá alimentándose de realidades
llenas de futuro, aguarda para ser revelada, y se expresa y manifiesta solo a
partir de la vida. La poesía que es vida nos espera, con su himno generoso y su dádiva de paz.
-Odalys
Interián
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