jueves, 4 de agosto de 2016


 
 

Este libro que hoy me complace presentar de Pilar Vélez, tiene la frescura de lo contemporáneo, su testimonio es el de un testigo ocular de nuestro tiempo.

La poesía es para Pilar  un todo  donde busca aprenderse. Desde donde puede invalidar el tiempo para disipar la fugacidad de las cosas, para rescatar lo que se ha perdido, para hacer que las cosas vuelvan. Le preocupa el tiempo, esos tatuajes que deja en la textura de nuestro ser, a veces invisibles, pero que reclaman  y  provocan una angustia, una urgencia y una necesidad de expresión.  Tatuajes que son la proyección de lo que somos en el interior, que se tejen con nuestra experiencia en esa búsqueda constante. Que ayudan a encontrar el sentido y la significación de la vida. Tatuajes que encuentran para cubrirse, unos “Soles Manchados” que son el resultado de la perfección negada a la condición humana;  pero que desde la poesía recobran un místico esplendor para iluminar el camino, para acompañarnos en el viaje.

“Soles Manchados”  Esos soles que la aterran. Ese temor de la autora  a quedar en penumbras, encerrada en esa oscuridad de la no expresión,  en la nulidad de las palabras. Soles imperfectos, que tratan de ocultar lo que somos, que nos acercan a su sombra maligna, que es muchas veces la mala sombra de los hombres sin espíritus.  Esos soles dañados que ella quiere evitar, porque los ha alcanzado el lodo de nuestra imperfección: odios, celos, envidias, vicios, bajas pasiones. Ella nos dice como en un lamento: “Ahuyenté de mí, el mal presagio y los soles manchados que trazaban mi destino.”  Luego en otro poema agrega: “Miedo de las manchas y las sombras” – nos dice,  “al  hambre insaciable que se viste de leopardo.”

La imposibilidad. Esa angustia por encontrar la palabra para revelar, condensar o recrear la esencia del mundo y darle un sentido a nuestra vida. La poeta necesita olvidar  el sabor amargo de  las palabras que  no logran traducir a  plenitud nuestra experiencia. Entonces la experiencia crea un lenguaje. Un lenguaje para balbucear el dolor presente, lo que nos atañe, lo que escribimos de la historia. Repetirnos es nuestra alternativa  para volver a lo expresado, para hacer que nuestra vida cuente.

 Pilar dialoga con serenidad expresiva sobre las cosas cotidianas y hace que cosas simples signifiquen.

En una de las citas del libro La Pizarnit nos dice:   “Si afuera hay sol,  yo me visto de cenizas”, Pilar  en contraposición con su aptitud advierte que  si hay soles manchados o teñidos,  es necesario vestirse  de claridad y  hacer que la palabra resplandezca,  ella “devuelve virgen el puñado de ilusiones, su tiempo lirio blanco, días huyéndole a la muerte.” Así su respiración se sostiene sobre la luz. Imágenes delineadas con la mejor sencillez y gusto posible para ayudarnos a ver.

La introspección  siempre: Mi alma cristal soplado viaja a su propio laberinto.

Versos que nacen y se mueven  a partir  de experiencias interiores. Versos que apresan el instante con la estrategia misma del instante y nos conmueven. Dialoga  en un tono ensimismado, su poesía habla de la experiencia íntima del ser, de la sorprendente caligrafía  interior  con que  cada experiencia es narrada. 
En este libro la autora no toca temas del amor eros,  y no es que no hable del amor,  otras cosas le preocupan a Pilar,  quiere que miremos allí como si alzara una lámpara.  Nos muestra el dolor humano, el sufrimiento, las víctimas, las muchas víctimas del mundo. Ese debe ser el objetivo del poeta  “cambiar la vida” desde la poesía como pedía Rimbaud,  o la propuesta Martiana “del mejoramiento humano.”  Porque “la poesía nos da el deseo y la fuerza de vida”. Esa búsqueda de un sentido más humano íntegro y total de la experiencia.

Son tiempos difíciles, tiempos que necesitamos el perdón y el olvido. Sanarnos. No hay una vida imaginaria, sino la vida verdadera, la que tenemos aquí y ahora, donde el hombre sufre, sueña, se desespera, una vida que nos toca reconstruir.

“Nos manchó la guerra”  nos dice la poeta con esa carga de dolor,  otra vez las manchas, ahora en  nosotros alejándonos para siempre de la claridad perfecta. Soles tremendísimos y fatales que nos acusan, defectuosos para acompañar al hombre como si ya no fuera trascendental su escasez de luz  espiritual. Desde la poesía Pilar  nos convence de que queda mucho por hacer.

En su obra el pasado que intenta recobrar lo próximo. Días que vienen vestidos de hojarasca.  La poeta deambula en esas horas de los naufragios, ojos sin luz la encuentran.

¿A dónde irán los recuerdos? pregunta  para responder: “aparecen de la nada en ráfagas de lluvia, sus nostalgias huelen a tierra mojada, vacíos que taladran la existencia.

Tiene el que  pregunta una necesidad, preguntar es pedir, necesitar, esperar algo,  responder es dar,  y  ella  ha vivido en las respuestas,  no se conforma, no espera, y da el canto generoso de una conciencia entrenada.

Sorprende la armonía  de algunos textos en los que evoca a la madre, o a la tierra añorada.

Madre de ojos quietos/ respiras/ salvada del minuto/ que tocó a la puerta

No hay ojos que atestigüen tu palidez/ y las manos manchadas…

Tu paz/ se ha llevado mis sombras

Su poesía lleva un soplo atávico ancestral muy ligado a la tierra y a su cielo.  Donde no está lo tormentoso;  pero si  esa imposibilidad de armonizar con la vida, recordándonos  nuestra  incapacidad. Nuestras desventuras. “Vagamos en el mapa perdido de la tinta,” nostalgias de cielos que llueven solo espinas.” “A media luz la hoguera atiza el fuego con promesas rotas.”

 Abandoné mi abandono/ aprendí a caminar las huellas del exilio/ ebria en tu espejismo/ Me enseñaste a esperar estaciones/ para mitigar la amargura del viaje/ Esta es mi parada/ la que me lleva a los días repetidos.

Ha perdido para siempre el sosiego de la madre: la tierra de sus anhelos, ha perdido el paisaje. Ha perdido su sombra, el sentimiento de pérdida la acompaña, pero es la poesía un lugar de posibilidad, de resistencia. Lo sabe, sabe que  el tiempo que nos aterra es el que no se recupera y desde la poesía ruega:

Ayúdame a recordar el sonido/ y lo que fuimos/ No hay historia/ solo imágenes que relampaguean/ perdidas en los primeros trazos/ de esta fuente que era el alma

La introspección para saberse, para llegar al conocimiento de lo uno, para llegar a la comprensión colectiva. Desde su mundo poético trata de entender  su mundo interior en su complejidad.  “Enigma soy de mi misma”

En el poema que dedica a las damas de Blanco en Cuba expresa con una imagen poderosa; La niebla es reposo, que remienda las noches en la herida.

No juzga, ni consuela, pero  nos conmueven estos versos  y si un poeta logra conmover ya  ha cumplido su misión. Ella tiene la palabra: “La palabra me busca, nos buscamos.” Ella confía a la palabra sus vivencias, sus temores y aciertos, su resistencia: “Emigra la palabra en espiral que levanta el grano desgajado de la espiga, la que resiste el clamor  solitario de un deseo resignado al golpe.”

Hay en el verso oleadas de aves y palabras. Nos posamos como garzas sobre los pantanos de la tinta. Profundidad,  lo angustioso y desesperante del tiempo.  Lo que nos alcanza. La poesía es memoria, el poeta trabaja para la memoria, si el poema traduce, podemos reconstruir el ayer. Ella a veces levita en la armonía del milagro. Y soy honda, suficiente para anclar el verso húmedo a la gota inocente.  Otras  veces   parece dudar, ha perdido la fe.

Ni todas las flores harían la primavera/ al lado de estas lápidas/ recordándonos la muerte…

…Fue roja la lluvia/ en las noches del ultraje/ un lobo cegado por el hambre/ nos devoró al primer disparo

…Recojo tu sombra/ —doblada—/ bajo este cielo amurallado/ inmune a los milagros

 

La poesía como oficio,   como introspección, como posibilidad de adentramiento en lo real, la que nos salva en determinada medida del horror con su benignidad. La autora que  reconoce  las solicitudes de su mensaje, ella un  caminante que encuentra siempre tiempo para volver  y que precisa nuestra compañía. Irse y regresar, el viaje siempre en la poesía de Pilar, el viaje como experiencia, y conocimiento. Como descubrimiento: Dejé mi cautiverio de larva perezosa, corté las aristas, alcé el vuelo, a esa ruta donde mi otro yo esperaba.

 Inhalo una arboleda/ soy la forma en movimiento/ ilimitada    infinita/ sumida en la armonía creadora

Se sabe descubierta, la poesía nos desnuda, es aproximación. Al producir  poesía decía Gottfried Benn: “No se observa solo la poesía, sino también uno mismo.” descubrimos a la mujer y lo que la hace poetizar. Ese don contemplativo con el que es capaz de levantar el velo de la realidad,  y “vivir la experiencia de la poesía, aunque ella escape a la escritura.” 

Ser armazón en la lluvia/ hada en la neblina/ musa que recorre laberintos / y se mece en los balcones/ cuando el mundo deja de ser azul/ hora en que el universo/ se abre en ventanales para verte.

Temí el adiós antes de nacer/ temí mis muertes / Ese adiós sin espacio ni latidos/ sin tiempo/ Eras/ ese nudo débil que ata el aire/ un olor a cicuta que espera la partida

Cerré los ojos/ a los arreboles prestados/ me quedé sin rostro y sin color/ Dejé que el viento se llevara/ la carne y la memoria

Y “Vamos allí donde no espera nada, y  hayamos todo lo que está esperando”. La poesía que es de todos, múltiple como la vida.

Ahora es el sol en las calzadas/ el universo jugando en mi orilla/ ventarrón que azota la puerta /y cuelga mis zapatos viejos/ en el tendido eléctrico del barrio / la falda de listones ya no es mía / arropa la intemperie/ Luces fugigivas tejen la primavera

El sol que es alivio para el mundo como diría Miquel Hernández. La poeta nos convence que hay otros soles esperándonos, la voz nos llega con optimismo. La poesía convertida en horizonte donde se queman esos soles dañados, y  donde comienzan a nacer otros,  los perfectos. Esa es la magia de la poesía, ese resplandor de pureza tan absoluta que nos da como ofrenda, las nuevas luces, su sabia creadora.

Pilar el límite, la vaya divisoria, el sitio al margen de esos soles, que oscilan entre manchas y luces para acompañarla en su  escritura.

Soy una mujer recién salida de la concha, libre para regocijar el tiempo.

Pilar  nos invita con cordialidad a que la acompañemos en el viaje.

En el horizonte anclado/ mi verso de manos abiertas/ te espera
Seguimos al poeta en esa promesa de continuidad de la vida, en esa expresión humilde de la belleza en el mundo.  Eso es lo que a la poesía le interesa; la vida. Hay mucha vida esperando. La muerte, la naturaleza de lo muerto no está en la poesía, ella no muere. La poesía seguirá alimentándose de realidades llenas de futuro, aguarda para ser revelada, y se expresa y manifiesta solo a partir de la vida. La poesía que es vida nos espera, con su himno generoso y su dádiva de paz.

 
 -Odalys Interián

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