“Adonis: El Poeta en el centro de la visión” por Odalys Interián
He escogido a un poeta árabe renovador: Adonis, del que sólo conozco su poesía. Bástame ella para demostrar ese diálogo de múltiple escritura donde está el contexto cultural actual y el anterior. Es Adonis un poeta de resistencia, resiste la presión de la circunstancias, lo que provoca la conversión a otra circunstancia distinta, explicadora y amena. Escribe la poesía de lo contemporáneo. Adonis siempre frente a lo humano, frente a la naturaleza, interrogando y siendo interrogado, vislumbrando su herencia, el dolor encarnado de esa “humanidad gimiendo hasta hoy y estando en dolor justamente hasta ahora”, Adonis es poeta por su manera de ver y sentir, por su manera de comunicarse. No siente que ha llegado tarde. Escribe como si estuviera nombrando las cosas por primera vez, él, otro Adán, creando un lenguaje propio para comenzar a nombrar. Como en muchos poetas, en Adonis escribir parece ser la gran tarea para sobrevivir. Es uno que sobrevive escribiendo. Su poesía conmueve, va desbordando un hambre y deseo que despierta por medio de reminiscencias y una sensibilidad singular a través de poemas que son islas cerradas donde late el misterio de lo sugerente y una plasticidad simbólica con la que nutre sus representaciones más íntimas, sacadas de recuerdos, ensoñaciones o premoniciones.
Voz auténtica la de Adonis, una voz que somete la experiencia a una profunda elaboración de su mundo interior. El yo del poeta posee siempre una dignidad esencial, tanto en el plano verbal como en el de la afectividad, su poesía nos aproxima. Se ha creado un universo desde la realidad y como él lo ve, es su universo de angustias, desamparos y alegrías. Son sus diálogos con ese mundo circundante, una renovada contemplación que se torna inagotable, y por ello vivificante y deslumbradora. Una poesía llena de contrastes, de contradicciones y opuestos: El bien y el mal, principio y fin, éxtasis y movimiento, vida y muerte, todo llenando su cosmos, las redes de la poesía con una vastedad de imágenes visuales y un surtidor de símbolos.
Hay que leer a Adonis, es un poeta esencial, su poesía tiene una dimensión superior y trascendente, cada lectura es una mirada siempre nueva. Estamos ante un escritor de verdadera talla creadora, la calidad y autenticidad de su poesía se explica por sí misma, es una poesía de aperturas hacia lo inabarcable e indefinido. Como “un sacerdote agobiado de lenguas remotísimas” abriendo sus campos de palabras y llevando en los ojos su escritura, nos conduce a la experiencia más alta, la del conocimiento de lo que ha vivido en el espíritu, hacia esa libertad del retorno y nos conduce a los mejores instantes de la poesía.
“Más no hay límite en mí”, y es una revelación inequívoca de las fuerzas creadoras de sus textos. Su obra es un monumento de plenitud y esplendor en la riqueza de su diversidad y en la hondura de su visión. Cuando leemos a Adonis los lectores nos quedamos perplejos ante una poética como la suya, lo que siempre ocurre cuando estamos ante una obra acabada que sobrepasa su propia perfección.
Nada como sus propias palabras para dejar abierto ese deseo de acercamiento a su poesía:
Los cielos, sim embargo,
al oírlo han alzado su techumbre de lluvia.
y se han aproximado.
Para dejar su rostro
_como verde campana_
encima de nosotros.
Poemas tomados del libro “Canciones del Mihyar el de damasco” de Adonis.al oírlo han alzado su techumbre de lluvia.
y se han aproximado.
Para dejar su rostro
_como verde campana_
encima de nosotros.
Adonis: El Poeta en el centro de la visión
Según Rimbaud el poeta como vidente, es el que es capaz de situarse en las diversas perspectivas que la realidad ofrece y lograr el acceso al conocimiento que es exclusivo de unos cuantos. En Adonis se ha señalado que lo que de él más interesa es “esa manera unitaria en que el ver se realiza, esa momentaneidad limpia en que se capta el constante decurso de las cosas”. En Adonis la visión plena, la agonía del poeta que percibe y padece la descomposición de un mundo y prevé otro. Su poética es la del acontecer, decisivo para el hombre, donde es tan necesaria la restauración del orden y la belleza. Yo diría que la lección mayor de esta poética es revelar el sentido tumultuoso de la realidad y el eminente progreso a la desintegración, la visión explicadora nunca alejada de la sentencia que vive el drama humano. Su lenguaje es el del hombre común, pero su carga semántica y de intenciones abren la poesía a una posibilidad de intelección, lleva lo íntimo y lo árabe a un nivel universal. Es nuestro, aprende, interpreta el mundo y lo propone desde la realidad y como él la ve, tanto el lenguaje como la afectividad hace que lo sintamos cerca, cerca y nuestro como Rimbaud, como Baudelaire, Mallarmé y Valéry, tan cerca y nuestro como Catulo, Villón, Heine o Safo, porque Adonis viene a entregarnos la experiencia de una tradición rica y refinada que aprende el espíritu de renovación en la línea de Whitman:
(Del poema de Adonis: Monarca del Viento)Yo estoy aquí / las flores acopiando / excitando los árboles
extendiendo los cielos como pórticos / y amo, / vivo /y nazco / en mis palabras.
Yo estoy aquí/ juntando mariposas / bajo el limpio dosel de la mañana
recogiendo los frutos./ compartiendo la noche con la lluvia
en el mar,/ en la nube y sus campanas
Aquí estoy/ acarreando,/ anclando las estrellas.
alzándome a mí mismo / en monarca del tiempo
Esto es lo que consigue Adonis esa participación. Esa posibilidad que va más allá de los límites temporales de la existencia, en él la esencia, esa virtud de una poesía que aproxima y anuncia, junto a una conciencia de continuidad en la tradición, cuya originalidad está en la construcción de lo que narra sin pretender el regreso al tiempo primigenio. Pero que desde allí germina, desde allí retorna. Donde la palabra no es el centro de la percepción estética, sino la imagen. Es esta una poesía de aperturas, la fuerza trascendente que escapa a toda visión estéril, en ella lo trascendente, iluminado e iluminador. No es el lirismo de la ensoñación, indaga y recrea los tiempos recientes o más próximos, el texto como conocimiento de lo desconocido, se inserta, revela su ser en el mundo. El hacerse a sí mismo, ignorando la conciencia de la inmensidad. Esa resistencia a la presión de la circunstancia. La conversión a una nueva circunstancia explicadora y amena. Nos ha enseñado que la vida no es sólo la imagen de la realidad, y aunque en ocasiones nos convence de nuestra impotencia y fragilidad, de que estamos solos y desamparados, como Odiseo viviendo en una tierra sin retorno, en una tierra sin tiempo, desde la desesperanza, el poeta nos anima y alienta.
La exaltación de la imagen del hombre, que alaba la perfecta batalla, el diálogo con la naturaleza que lo trasciende. Indaga, nada tiene el poeta más que el verso y una sangre joven que corre con los cielos y la tierra. Ofrece una celebración a la memoria, a la memoria ejecutante en su dimensión temporal presente, reconoce el ayer que sirve al hoy.
En el discurso de la vida está también la rememoración a ese vacío que es la existencia, la impotencia que es la muerte. Tras la mirada del poeta, el frío yacer, el silencio, el presente sin vida, y el recuerdo del padre que murió cual las nubes en agraz y con el rostro cual vela desplegadas, el recuerdo familiar siempre abierto a la tristeza:
Hay un puente de llanto / que camina conmigo,
y que, bajo mis párpados se rompe / En mi piel de cerámica,
un jinete infantil / que anuda sus caballos
Con los cables del viento, / las sombras de los ramos,
y que con voz profética nos canta /
¡Oh vientos¡ / ¡Oh niñez¡
¡Largos puentes de llantos / tras los párpados, rotos¡
y que, bajo mis párpados se rompe / En mi piel de cerámica,
un jinete infantil / que anuda sus caballos
Con los cables del viento, / las sombras de los ramos,
y que con voz profética nos canta /
¡Oh vientos¡ / ¡Oh niñez¡
¡Largos puentes de llantos / tras los párpados, rotos¡
Un hombre que busca con avidez su propio centro, para encontrar lo disperso y lo agónico, el desamparo, la soledad íntima que sólo puede ser disimulada en la convivencia enmascarada. En el poema Sin que me vean tus ojos, hay la soledad del poeta, anunciada de manera rebelde;
No me han visto tus ojos / Tan virgen / Como el agua creadora de la linfa
No me han visto / Lentamente / Viniendo / Desde allá
En medio del cortejo de holocaustos / Con el rayo y la hierba entre los pies
Y mañana…/ Mañana / En el fuego y la dulce primavera
Sabrás que voy matando la manada / Que transporto la semilla.
Y en mí crecerán tus ojos / Mañana sí mañana
No me han visto / Lentamente / Viniendo / Desde allá
En medio del cortejo de holocaustos / Con el rayo y la hierba entre los pies
Y mañana…/ Mañana / En el fuego y la dulce primavera
Sabrás que voy matando la manada / Que transporto la semilla.
Y en mí crecerán tus ojos / Mañana sí mañana
Fuertemente influido por las vanguardias, tan importantes en su formación y en su escritura. Esa tradición conforma su ámbito espiritual y su evolución creadora. En especial el tono conversacional de sus textos y la imagen del hombre contemporáneo. Una escritura que parece estar liberada de una preocupación estética descriptiva, lleva en sí la brevedad del texto y una extrema tensión que vincula la poesía a la palabra. Efectivamente su poética supone una verdadera renovación. No necesita la metáfora convencional para revelar el mundo, basta una simple enumeración, una simple ruptura y “la disolución del poeta en los poetas, del poema en los poemas” una de las tesis que defendía Octavio Paz.
La desesperanza, la falta de fe, de sentido, Adonis lleva al seno de la poesía su mirada propia personal y a la vez colectivista de la circunstancia. Como en el libro de Job, sus palabras sobre el destino “del hombre, nacido de mujer, de vida corta y harto de agitación” donde también la idea de Dios está fusionada con la esencia del hombre; asumida con ironía. Y refleja Adonis la pérdida de valores religiosos tradicionales. Como Nietzsche, Baudelaire, y Rimbaud también es heredero del pensamiento romántico, como en todos ellos, la negación para afirmar; como en ellos, el rechazo de los valores, para proponer valores propios y distintos, como en ellos en Adonis una anti sociabilidad que tiene un propósito eminentemente social:
Mi rostro sobre el vidrio de la lámpara
Mi mapa es una tierra sin creador
La negación de todo mi evangelio
Mi mapa es una tierra sin creador
La negación de todo mi evangelio
¨La muerte de dios¨ anunciada por los profetas modernos del ateísmo, ha saturado la poesía. Pero lo que en Adonis se niega es el rechazo a la espiritualidad, hay necesidad de un nuevo Dios, un Dios que salve del horror y la hipocresía, un nuevo Dios que no separe ni divida, sino que una y reconcilie, aunque diga: Al Dios enflaquecido lavaremos con la sangre del rayo…. Hilos sutiles tenderemos entre el largo camino y nuestro párpado, la imagen incompleta del mañana. Un mañana que es anuncio, un anuncio que revela: Tal vez en el terror y en la ruina, en la desesperanza y en la estepa, de mis entrañas surja el nuevo Dios.
El aislamiento obligatorio, lo lleva a crear un universo particular, el cultivo de sí mismo, como el supremo contestatario: ¡Cuántas veces recé al señor obstinado, y a los frutos ¡Cuántas veces nutrí con mis ojos el hambre de los árboles¡ ¡Y cuántas caminé por mis pestañas rotas¡ A un encuentro, A un abrazo pagano. Yo, Dios, el día en ruinas. El poeta inmóvil, mudo, en perpetua vigilancia. Distante de Dios y de cualquier redención. En el centro de la visión, ya no como quién contempla el suceder. Él el que padece la ausencia, él que sufre en la noche y la soledad, el que siente que todo es silencio: “No hay palabra. Como si fueras humo, como si fueras días, tu piel está cayendo en un lugar y tú en otro quedándote. El poeta como protagonista, en el texto; la presencia del poeta, la presencia levemente angustiosa que vuelve en el verso una y otra vez, en diálogo con el entorno, con la memoria, con su destino final. Un mundo que se integra inconscientemente en la multiplicidad de su ser. Un universo. Luego la visión sin límite. La realidad incontaminada para seguir el rastro de la vida. Luz y oscuridad son más que símbolos para narrar lo indefenso del hombre y a la vez su trascendencia. El poema se convierte en diálogo descifrador de la vida, en testimonio del suceder y la búsqueda. No hay la placidez en las visiones, el placer es fugaz, es apenas un destello. Es la lluvia, o el amanecer, es lo bello, pero es imposible la alabanza, por el arduo batallar de las circunstancias y sus preguntas. Los temores que acompañan al poeta y sus obsesiones. Irse y regresar. El viaje como alternativa. El volver al punto de partida. Cuando todo parece desmoronarse quedan las imágenes en “un mundo que viste el rostro de la muerte”. Las imágenes liberándolo de la pesada carga, “para enterrar el día asesinado y vestir los vientos del desastre, el mañana donde agitaremos nuevamente las palmas de las manos” Adonis no es poeta de la desesperanza, desde el dolor hay un reclamo a las más poderosas fuerzas del hombre, a su condición terrestre, amén de lo que nos digan en una primera lectura sus textos, es una exhortación a rescatar la esperanza.
Avanza en un clima de nueva escritura siempre interrogándose, sangrando una limpia canción para la herida. El vínculo consiente con su raza, su ideario nómada: “la tierra como lecho, la tierra que es esposa, una tierra que se alza y traiciona, nos dice: una tierra en mis venas espiada.”
Deja fuera lo racional y diurno para acentuar esa soledad.: “Grito para estar cierto, de que me encuentro solo las tinieblas y yo.” Velas que se apagan, el poeta ama la oscuridad que resplandece ante la palabra desnuda: “él prefiere quedarse en la penumbra, quedarse en el secreto de las cosas” la intimidad del yo con el entorno, –“en la transferencia de las cosas—transportando la punta del día, los años que se aceleran con el feto virginal”.
Estos sus elementos definidores: La desolación, la conciencia de la muerte, la cotidianidad, cierto tono coloquial, las imágenes con las que logra expresar la incomprendida realidad. Poder de síntesis con la seguridad de quién conquista la imagen poética. La palabra que sugiere, deshecha los adjetivos, es poesía del verbo, del sustantivo, despojada de adorno, sencillez que no renuncia a la profundidad, en ella lo ingenuo y lo maldito, sencillez y elegancia para declarar su mundo más cercano. Ese es el hallazgo, la saturación que nos empuja a los días nuevos, su fascinación por declarar lo universal desde lo íntimo. Su poética aunque a veces es reflexiva no tiene pretensiones filosóficas, su fuerza renovadora está en consonancia con la percepción de una estructura convencional que es preciso anular en busca de otras relaciones, la realidad alcanza una jerarquía.
“Vive, conduciendo los años a la espera de un barco que abrace la existencia, que se hunda en el vacío. Igual que si soñara, igual que si marchara sin retorno” Asediado, escribe sabiendo que no queda luz sobre los párpados, que nada, ya poseen, el sentido del polvo solamente. “Escribe, y se sienta a la espera de su olvidada cita”.
Podemos hablar de atemporalidad en Adonis. Es el poeta frente a un mundo donde encontramos lo imperecedero, sus imágenes de deterioro son también a un mismo tiempo imágenes de resistencia, inmemoriales y permanentes. Una obra de angustia y a la vez llena de esperanza, iluminadora y auténtica en la intensidad de la palabra que siempre nos acompaña. Partidario también como los poetas de los que se ha dado a llamar “poesía de la existencia” cómo las obras de Rilke y Celán, en su obra, esa melancolía jubilosa y triste, la angustia ante la existencia privada de razón, nos define profundamente, la ineptitud para tolerar sus condiciones, el horror de la condición carnal. Rebelión alcanzando universalidad, nos convence de que siempre hay algo que hacer, que siempre hay algo que merece ser defendido, y ya no es el individuo en su lucha: es el hombre. Pero hay inseguridad, sea o no sea el acontecer inmediato del poeta, quiere rescatar sus memorias, su identidad, escribe con una claridad que es al mismo tiempo imprecisa, una lírica personal cargada de recuerdos, ensueños, premoniciones y presentimientos, siempre estará entrando en una angustiosa penumbra. Pero habrá un regreso siempre a la escritura, vivir otra existencia, poetizar la memoria. La única solución es morirse escribiendo. Sus lecturas nos despiertan resonancias y estados de ánimos. Valorémonos la hondura de sus significaciones, encontraremos en sus textos belleza y angustias. El estremecimiento de lo que el poeta ha visto en sus meditaciones, quedará como un ejemplo de la posibilidad de las palabras y de la sensibilidad de la razón. La visión de la realidad y sus más perdurables estados emocionales:
Deseo arrodillarme / quiero rezarle al búho de alas rotas
A la braza / A los vientos, /Al planeta en los cielos detenidos / A la muerte / A la peste
Quemar en el incienso / mis días blancos,/ mis cantos, / mi cuaderno.
La tinta y el tintero / Rezar a cualquier cosa / Que ignoré que es rezar
A la braza / A los vientos, /Al planeta en los cielos detenidos / A la muerte / A la peste
Quemar en el incienso / mis días blancos,/ mis cantos, / mi cuaderno.
La tinta y el tintero / Rezar a cualquier cosa / Que ignoré que es rezar
Adonis celebra, acumula para describir, sabe el misterio de la insinuación. La certidumbre de las profecías. Con palabras nuestras, invita. El sentido de lo universal prevalece. Dice lo que ve y recuerda, no sermonea, se desborda, muestra toda la potencia, muestra que el lenguaje no es sólo palabra, que es también silencios. La palabra trasciende con sus ecos y música, y es también resonancia. Eso nos demuestra Adonis. Que hay inmortalidad en los seres finitos, y que es eterno el comienzo. Siempre habrá un empezar, un volver, un avance. Porque eso es la poesía: recomenzar siempre.
###
No hay comentarios.:
Publicar un comentario