NIHIL NOVUM SUD SOLE
Nos ha sido dado ceniza y fragancia
y una manera de recordar
Thomas Shapcot
Por Odalys Interian.
La poesía reclama su derecho a la primogenitura; es
antes que el hombre, antes que el verbo, antes que el hágase la luz. Usando al
hombre como instrumento nos deja la paradoja ¿Qué fue primero, el poeta o la
poesía? Sabiendo que el poeta solo puede expresar lo que ya existe, lo que ya
tiene existencia en sí, que, si existe la poesía es porque alguien la ha
materializado, le ha dado un principio, y que él el creador que la expresa y
vivifica. Entonces intuimos que la poesía estaba esperándolo, tenía existencia
en el tiempo, era de antes, de mucho antes, antes de la materia, antes que el
hombre. Increada, imperecedera, echa de la energía de Dios. Aplicándole la
esencia de él, (la de Dios): Poesía es lo que no tiene principio, ni final, y
es, desde la eternidad hasta la eternidad.
¿Si la poesía no pertenece al ámbito humano a qué
la haremos semejante? ¿Por qué hablar de su comienzo, por qué augurarle un
final? Marcarle sitio en el tiempo es hablar de la andadura del hombre por
ella, nunca será nada lo que se diga, y nunca diremos la última palabra. La
poesía pensó al hombre y lo iba a sobrevivir. El hombre sujeto a leyes, a
normas en ocasiones rígidas, gusta encasillar, gusta decir “esto es lo
demostrado” “esto es el concepto” Me vienen a la memoria los versos de Rilke:
“Me aterra las palabras de los hombres, lo saben expresar todo tan claro, y
esto se llama “perro” y esto “casa” el principio está aquí y allí está el
final”.
La poesía no tubo comienzo, pero inicia las
audacias, nos hace sentir humanos. Solo el hombre es capaz de sentir y expresar
la belleza. Está claro que no contribuyó en ningún tiempo a la supervivencia
del más apto, y que el arte seguirá siendo un fenómeno inexplicable que nos
hace sentir superior e innegablemente únicos. Tenemos consciencia de nuestro
ser, somos algo más que memoria, los recuerdos no están solamente almacenados, podemos
crear, analizar, apreciar, amar, usamos
el lenguaje y la capacidad de tratar con propiedades abstractas del sistema numérico. Sostener que no existe lo que no pueda
demostrarse científicamente es un error, es negar el espíritu del hombre, la
poesía, la música, el amor. La ciencia no cuenta con los medios para responder
todas las preguntas acerca de la existencia humana, la poesía tampoco; pero
puede llenar el vacío que la ciencia no responde, porque esta se ocupa de lo
mesurable; mientras la poesía tiene como misión crear nuevas realidades o
descubrirlas, hallar un sentido con el no sentido poético, aumentar el mundo,
es decir lo que es real, lo que existe por sí mismo, y además un “irreal”
universo. Concordamos, la ciencia no es el único modo de llegar al
conocimiento, y no podemos descartar la idea de un creador implantando en el
hombre la necesidad por lo bello y lo espiritual, por los valores estéticos que
tenemos y no explica la evolución. En el libro bíblico de Eclesiastés sé nos
dice: que Dios puso la eternidad en la mente del hombre sin que el hombre
entienda o alcance a descubrir lo que Él ha hecho. Podemos pensar la eternidad,
y concebirla. Podemos planear, presentir, buscar, romper todos los códigos. De
todos los hombres los poetas son los más notables, porque la poesía cambia la
verdad establecida, por otra realidad desconocida que no pierde ni altera el
sentido de la comprensión, cosas que no pudieran existir en la lógica, y donde
la metáfora es la lógica de las cosas afín al sueño o a la locura. Para
Aristóteles la poesía no se limita a las cosas como son y suceden sino ha como
pueden ser y suceder, para él era preferible el imposible creíble a lo posible
increíble, sostenía que cualquier imposible puede ser defendido por el efecto
poético. El arte es imitación, lo sabemos, y en el arte están; la verdad
poética y la verdad lógica, o ambas. Entonces poesía no es la realidad, pero
tampoco es lo contrario. Y la irracionalidad de la eternidad defendida por
mucho no es tal. La eternidad existe y el hombre la contempla y le canta.
Poesía es eternidad.
Un poema es, aunque los pensamientos expuestos en
él sean erróneos, en poesía no importan los absurdos, “poco importa describir a
una cierva sin cuernos si se le describe bien” ( Celaya). El poema es lo que
viene de lo efímero y busca eternizarse, es lo indefinible dentro de lo finito,
desde la quietud lo que está en fluidez contante, es la fuerza que yace en un destello
porque es también debilidad. Es lo que desciende para ser ensalzado, lo que
puede morar en el abismo, en su descenso a los infiernos, y es presente, lo que
se pone de pie venciendo la naturaleza de lo muerto. En él lo permanente como
diría Hölderlin: “lo permanente lo fundan los poetas”. Pero la poesía también
es camino, las cosas vuelven y nosotros con ellas, los poetas están siempre
retrocediendo, y ese retroceso es también avance, pueden encontrar la verdad o
no, pero nunca se darán por vencidos, no pueden callarse y si se callan,
necesitan escribir su silencio, “Silencio atravesado por mundos y por ángeles a
la manera de Rimbaud”.
El poeta no deja de intentar lo imposible, es un
ser con misión, una especie de intermediario: nombra, revela y revelar es
cambiar, ya sabemos que no es posible revelar sin proponer un cambio, poesía
como necesidad, para volver a lo que hay en ella de originaria y nunca agotada,
a su juventud imperecedera y a la palabra como su medio de expresión. Sus virtudes
germinativas son en esencia una subjetividad de una realidad en renovación
permanente. El poeta imita el método de creación de Dios, es el gran
matemático, ha creado una notación distintiva y un sistema propio con el que
puede explicar y aprender, una fórmula sagrada que le permite revelar. El poeta
descubre el mundo a través de otra apariencia, enfrenta una batalla con el
lenguaje, contra la palabra esencial que revela lo existente y su verdadero
sentido, contra la palabra común invalidada que en el intercambio pierde su
significado, inventa un nuevo saber que puede estar, o no separado de la
lógica.
“Nada hay nuevo bajo el sol” sentencia el
Eclesiastés, todo lo que es ha sido, y lo que fue, volverá a ser, lo que es
contiene mucho de lo que vendrá, por eso siempre estaremos llegando tarde. El
poeta debe superar esa angustia, la de saber que otros se le adelantaron a decir
en el tiempo, el poeta debe olvidar, debe ignorarlo todo, volver al génesis y
comenzar a nombrar. Todo ha tenido existencia por tiempo indefinido, porque “no
hay manera de contar lo que falta”. Virgilio López Lemus en su libro Aguas
Tributarias pretende negar esta verdad, por qué Virgilio es poeta y son
precisamente a los poetas a los que nos gustaría evadir esta realidad. Él alude
en su libro para explicar que si hay cosas nuevas a los soles que nacen en el
universo y a la nueva poesía; pero ¿Qué es lo nuevo? Esos soles existían, eran
energía que luego fue transformada en materia, existían antes de ser revelados.
¿Y la nueva poesía? Los nuevos códigos, los nuevos soportes. El hombre llama
nuevo al principio de un conocimiento ilimitado que está en expansión
constante, cuando no hace sino descubrir un rayito de luz en toda esa vastedad
que es el universo, intenta ofrecer un criterio de nuevo a una nueva visión.
Pero ahí estaba todo antes de que él empezara a ver.
¿Qué es lo nuevo, lo experimental en la poesía
actual? Poesía cibernética, holográfica, que apela a la gestualidad empleando
nuevos códigos gráficos, plásticos incluso léxicos, su tesis la presencia del
texto en un espacio vacío, una poesía que parece sorprendernos, que proclama el
hastío de la tradición. ¿No es acaso un volver atrás, al arte de las cavernas?
Esa manera de ordenar y producir símbolos no es puramente moderna, sabemos que en
un tiempo las imágenes hablaron sin palabras, se expresaban y nos revelaban una
historia, las notaciones no fueron siempre escritura, no contenían palabras,
pero igual narraban. Esa forma abstracta de observación de una cultura
simbólica altamente desarrollada a la que la escritura le debe mucho. Según
esto, que diré ¿el hombre de las cavernas era desarrolladamente moderno? En esas
culturas la producción de símbolos e imágenes era tan compleja como lo es hoy.
Creado para vivir en sociedad el hombre “primitivo” producía y leía un conjunto
de imágenes y símbolos, que demostraban nuestra necesidad de expresión, de
fabulación. De todo esto aprendemos que los intentos por narrar, ese construir
modelos para expresarse artísticamente, son inherentes al hombre. El arte es un
don, un regalo y una herencia. Borges aseguraba que solo hay hecho estético
cuando se lee o se escribe. Pero esas notaciones que sin ser escritura pueden
leerse, son poesía que quizás hoy estamos aprendiendo a leer. ¿Estamos
volviendo al arte primitivo?
¿Y la poesía
actual? Repito, nunca ha habido más necesidad de poesía que ahora, nos adentramos
en un mundo cada vez más turbulento, peligroso, y la poesía expresa esa
turbulencia, expresa transformación de vida. Se vive y se escribe a prisa, es
menester entonces como ya pedía Baudelaire: “que todos los golpes den en el
blanco y que ningún disparo sea inútil”
¿ Y hay la poesía destructora de la poesía, que
trata de des temporalizar el arte, de eliminar los elementos humanos, donde el yo cambia por nosotros, pasando de una
poesía interior a una abierta, histórica, poesía de catástrofe, de exteriores
que exhibe la complejidad del hombre cotidiano, donde el poeta es protagonista
y el mismo atestigua la pérdida de valores.
Poesía violenta, brutal, directa, no cuenta las
sílabas, no persigue analogías sonoras, liberada de ritmo y de estructura
clásica, pero que lleva analogía virtual y rítmica, contraria a la evasión;
pero romántica, testimonia lo visto, incorpora la modernidad a la poesía regida
por la ley de la simplicidad. Un mito exaltante, una explosión que quiere
borrar de golpe toda visión poética, y donde la metáfora es el elemento
decisivo. Es esto una nueva andadura, puede que sea lo que haga de ella algo
centellante; pero ¿qué es lo nuevo? En ella sigue el hombre enfrentado a la
vida, a sus nuevas circunstancias, a sus miedos a sus dudas existenciales, son
sus angustias tomando universalidad, es el universo del caos, del sufrimiento,
donde el hombre nuevo expone sus derrotas, su fracaso, su cansancio del mundo
antiguo. ¿Es esto lo nuevo, la ruptura? puede el hombre desechar todos esos
modelos antiguos? Octavio paz reflexionó acertadamente: “Saberse parte de una
tradición implica saberse dentro de ella, lo cual tarde o temprano conduce a
interrogarla y a veces a negarla. Desde la poesía no hay contradicción la
contradicción somos nosotros, donde lo irracional siente el compromiso con lo
racional y viceversa para fusionar lo real y lo absurdo. La poesía niega para
afirmar “No hay nada nuevo bajo el sol”. Thiago de Melo a dicho admirablemente:
“no importa que hablemos tanto siempre repetiremos”. Entonces si no hay nada nuevo,
si todo se ha dicho, si algún día no habrá memoria nuestra, si nada hemos
logrado, si poesía es una manera de escribir o de leer también en los silencios,
y toda la escritura y la lectura no pueden contenerla, cabría decir entonces
que escribimos porque ignoramos.
La poesía reclama su derecho a la primogenitura; es
antes que el hombre, antes que el verbo, antes que el hágase la luz. Usando al
hombre como instrumento nos deja la paradoja ¿Qué fue primero, el poeta o la
poesía? Sabiendo que el poeta solo puede expresar lo que ya existe, lo que ya
tiene existencia en sí, que, si existe la poesía es porque alguien la ha
materializado, le ha dado un principio, y que él el creador que la expresa y
vivifica. Entonces intuimos que la poesía estaba esperándolo, tenía existencia
en el tiempo, era de antes, de mucho antes, antes de la materia, antes que el
hombre. Increada, imperecedera, echa de la energía de Dios. Aplicándole la
esencia de él, (la de Dios): Poesía es lo que no tiene principio, ni final, y
es, desde la eternidad hasta la eternidad.
¿Si la poesía no pertenece al ámbito humano a qué
la haremos semejante? ¿Por qué hablar de su comienzo, por qué augurarle un
final? Marcarle sitio en el tiempo es hablar de la andadura del hombre por
ella, nunca será nada lo que se diga, y nunca diremos la última palabra. La
poesía pensó al hombre y lo iba a sobrevivir. El hombre sujeto a leyes, a
normas en ocasiones rígidas, gusta encasillar, gusta decir “esto es lo
demostrado” “esto es el concepto” Me vienen a la memoria los versos de Rilke:
“Me aterra las palabras de los hombres, lo saben expresar todo tan claro, y
esto se llama “perro” y esto “casa” el principio está aquí y allí está el
final”.
La poesía no tubo comienzo, pero inicia las
audacias, nos hace sentir humanos. Solo el hombre es capaz de sentir y expresar
la belleza. Está claro que no contribuyó en ningún tiempo a la supervivencia
del más apto, y que el arte seguirá siendo un fenómeno inexplicable que nos
hace sentir superior e innegablemente únicos. Tenemos consciencia de nuestro
ser, somos algo más que memoria, los recuerdos no están solamente almacenados, podemos
crear, analizar, apreciar, amar, usamos
el lenguaje y la capacidad de tratar con propiedades abstractas del sistema numérico. Sostener que no existe lo que no pueda
demostrarse científicamente es un error, es negar el espíritu del hombre, la
poesía, la música, el amor. La ciencia no cuenta con los medios para responder
todas las preguntas acerca de la existencia humana, la poesía tampoco; pero
puede llenar el vacío que la ciencia no responde, porque esta se ocupa de lo
mesurable; mientras la poesía tiene como misión crear nuevas realidades o
descubrirlas, hallar un sentido con el no sentido poético, aumentar el mundo,
es decir lo que es real, lo que existe por sí mismo, y además un “irreal”
universo. Concordamos, la ciencia no es el único modo de llegar al
conocimiento, y no podemos descartar la idea de un creador implantando en el
hombre la necesidad por lo bello y lo espiritual, por los valores estéticos que
tenemos y no explica la evolución. En el libro bíblico de Eclesiastés sé nos
dice: que Dios puso la eternidad en la mente del hombre sin que el hombre
entienda o alcance a descubrir lo que Él ha hecho. Podemos pensar la eternidad,
y concebirla. Podemos planear, presentir, buscar, romper todos los códigos. De
todos los hombres los poetas son los más notables, porque la poesía cambia la
verdad establecida, por otra realidad desconocida que no pierde ni altera el
sentido de la comprensión, cosas que no pudieran existir en la lógica, y donde
la metáfora es la lógica de las cosas afín al sueño o a la locura. Para
Aristóteles la poesía no se limita a las cosas como son y suceden sino ha como
pueden ser y suceder, para él era preferible el imposible creíble a lo posible
increíble, sostenía que cualquier imposible puede ser defendido por el efecto
poético. El arte es imitación, lo sabemos, y en el arte están; la verdad
poética y la verdad lógica, o ambas. Entonces poesía no es la realidad, pero
tampoco es lo contrario. Y la irracionalidad de la eternidad defendida por
mucho no es tal. La eternidad existe y el hombre la contempla y le canta.
Poesía es eternidad.
Un poema es, aunque los pensamientos expuestos en
él sean erróneos, en poesía no importan los absurdos, “poco importa describir a
una cierva sin cuernos si se le describe bien” ( Celaya). El poema es lo que
viene de lo efímero y busca eternizarse, es lo indefinible dentro de lo finito,
desde la quietud lo que está en fluidez contante, es la fuerza que yace en un destello
porque es también debilidad. Es lo que desciende para ser ensalzado, lo que
puede morar en el abismo, en su descenso a los infiernos, y es presente, lo que
se pone de pie venciendo la naturaleza de lo muerto. En él lo permanente como
diría Hölderlin: “lo permanente lo fundan los poetas”. Pero la poesía también
es camino, las cosas vuelven y nosotros con ellas, los poetas están siempre
retrocediendo, y ese retroceso es también avance, pueden encontrar la verdad o
no, pero nunca se darán por vencidos, no pueden callarse y si se callan,
necesitan escribir su silencio, “Silencio atravesado por mundos y por ángeles a
la manera de Rimbaud”.
El poeta no deja de intentar lo imposible, es un
ser con misión, una especie de intermediario: nombra, revela y revelar es
cambiar, ya sabemos que no es posible revelar sin proponer un cambio, poesía
como necesidad, para volver a lo que hay en ella de originaria y nunca agotada,
a su juventud imperecedera y a la palabra como su medio de expresión. Sus virtudes
germinativas son en esencia una subjetividad de una realidad en renovación
permanente. El poeta imita el método de creación de Dios, es el gran
matemático, ha creado una notación distintiva y un sistema propio con el que
puede explicar y aprender, una fórmula sagrada que le permite revelar. El poeta
descubre el mundo a través de otra apariencia, enfrenta una batalla con el
lenguaje, contra la palabra esencial que revela lo existente y su verdadero
sentido, contra la palabra común invalidada que en el intercambio pierde su
significado, inventa un nuevo saber que puede estar, o no separado de la
lógica.
“Nada hay nuevo bajo el sol” sentencia el
Eclesiastés, todo lo que es ha sido, y lo que fue, volverá a ser, lo que es
contiene mucho de lo que vendrá, por eso siempre estaremos llegando tarde. El
poeta debe superar esa angustia, la de saber que otros se le adelantaron a decir
en el tiempo, el poeta debe olvidar, debe ignorarlo todo, volver al génesis y
comenzar a nombrar. Todo ha tenido existencia por tiempo indefinido, porque “no
hay manera de contar lo que falta”. Virgilio López Lemus en su libro Aguas
Tributarias pretende negar esta verdad, por qué Virgilio es poeta y son
precisamente a los poetas a los que nos gustaría evadir esta realidad. Él alude
en su libro para explicar que si hay cosas nuevas a los soles que nacen en el
universo y a la nueva poesía; pero ¿Qué es lo nuevo? Esos soles existían, eran
energía que luego fue transformada en materia, existían antes de ser revelados.
¿Y la nueva poesía? Los nuevos códigos, los nuevos soportes. El hombre llama
nuevo al principio de un conocimiento ilimitado que está en expansión
constante, cuando no hace sino descubrir un rayito de luz en toda esa vastedad
que es el universo, intenta ofrecer un criterio de nuevo a una nueva visión.
Pero ahí estaba todo antes de que él empezara a ver.
¿Qué es lo nuevo, lo experimental en la poesía
actual? Poesía cibernética, holográfica, que apela a la gestualidad empleando
nuevos códigos gráficos, plásticos incluso léxicos, su tesis la presencia del
texto en un espacio vacío, una poesía que parece sorprendernos, que proclama el
hastío de la tradición. ¿No es acaso un volver atrás, al arte de las cavernas?
Esa manera de ordenar y producir símbolos no es puramente moderna, sabemos que en
un tiempo las imágenes hablaron sin palabras, se expresaban y nos revelaban una
historia, las notaciones no fueron siempre escritura, no contenían palabras,
pero igual narraban. Esa forma abstracta de observación de una cultura
simbólica altamente desarrollada a la que la escritura le debe mucho. Según
esto, que diré ¿el hombre de las cavernas era desarrolladamente moderno? En esas
culturas la producción de símbolos e imágenes era tan compleja como lo es hoy.
Creado para vivir en sociedad el hombre “primitivo” producía y leía un conjunto
de imágenes y símbolos, que demostraban nuestra necesidad de expresión, de
fabulación. De todo esto aprendemos que los intentos por narrar, ese construir
modelos para expresarse artísticamente, son inherentes al hombre. El arte es un
don, un regalo y una herencia. Borges aseguraba que solo hay hecho estético
cuando se lee o se escribe. Pero esas notaciones que sin ser escritura pueden
leerse, son poesía que quizás hoy estamos aprendiendo a leer. ¿Estamos
volviendo al arte primitivo?
¿Y la poesía
actual? Repito, nunca ha habido más necesidad de poesía que ahora, nos adentramos
en un mundo cada vez más turbulento, peligroso, y la poesía expresa esa
turbulencia, expresa transformación de vida. Se vive y se escribe a prisa, es
menester entonces como ya pedía Baudelaire: “que todos los golpes den en el
blanco y que ningún disparo sea inútil”
¿ Y hay la poesía destructora de la poesía, que
trata de des temporalizar el arte, de eliminar los elementos humanos, donde el yo cambia por nosotros, pasando de una
poesía interior a una abierta, histórica, poesía de catástrofe, de exteriores
que exhibe la complejidad del hombre cotidiano, donde el poeta es protagonista
y el mismo atestigua la pérdida de valores.
Poesía violenta, brutal, directa, no cuenta las
sílabas, no persigue analogías sonoras, liberada de ritmo y de estructura
clásica, pero que lleva analogía virtual y rítmica, contraria a la evasión;
pero romántica, testimonia lo visto, incorpora la modernidad a la poesía regida
por la ley de la simplicidad. Un mito exaltante, una explosión que quiere
borrar de golpe toda visión poética, y donde la metáfora es el elemento
decisivo. Es esto una nueva andadura, puede que sea lo que haga de ella algo
centellante; pero ¿qué es lo nuevo? En ella sigue el hombre enfrentado a la
vida, a sus nuevas circunstancias, a sus miedos a sus dudas existenciales, son
sus angustias tomando universalidad, es el universo del caos, del sufrimiento,
donde el hombre nuevo expone sus derrotas, su fracaso, su cansancio del mundo
antiguo. ¿Es esto lo nuevo, la ruptura? puede el hombre desechar todos esos
modelos antiguos? Octavio paz reflexionó acertadamente: “Saberse parte de una
tradición implica saberse dentro de ella, lo cual tarde o temprano conduce a
interrogarla y a veces a negarla. Desde la poesía no hay contradicción la
contradicción somos nosotros, donde lo irracional siente el compromiso con lo
racional y viceversa para fusionar lo real y lo absurdo. La poesía niega para
afirmar “No hay nada nuevo bajo el sol”. Thiago de Melo a dicho admirablemente:
“no importa que hablemos tanto siempre repetiremos”. Entonces si no hay nada nuevo,
si todo se ha dicho, si algún día no habrá memoria nuestra, si nada hemos
logrado, si poesía es una manera de escribir o de leer también en los silencios,
y toda la escritura y la lectura no pueden contenerla, cabría decir entonces
que escribimos porque ignoramos.
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