La poesía lleva siglos
acompañándonos, tiene mucho que decir pero la incapacidad es nuestra,
incapacidad de ver y de oír, incapacidad
de dejar un criterio que resista el paso del tiempo. Martí comprendía bien lo pasajero del saber
humano cuando dijo: “tanto esfuerzo
para dejar a lo sumo como memoria de nuestra vida, una frase confusa, o
un juicio erróneo’’ Si todas las intuiciones no llegan hacerse lúcidas, si
casi todas las teorías no logran subsistir, si nada añadimos, si nada podemos
sustraer más que a la angustia, porque
nuestro destino parece ser “sufrir y
desesperarnos”. Si nuestro es
también el silencio y la memoria, entonces ¿Por qué escribimos? La cuestión parece ser: ¿Nos daremos por
vencidos? ¿Dejaremos de indagar, dejaremos de decir?
Nos gusta filosofar, enceguecernos con lo luminoso de la
modernidad, hacemos mucho ruido cuando creemos encontrar lo novedoso. Olvidamos
que no existe nada nuevo, lo nuevo somos
nosotros, nuestra vida. Nuestro es el
fuego alimentado con luces desconocidas, en el canto nuestra exaltada intimidad
junto a una nueva vibración, y es nuevo lo que contiene el ayer y nos contiene,
porque lo que fue, volverá a ser, y lo que acontece tiene mucho de lo que
vendrá. En el universo todo es
repetitivo, nada ocurre una sola
vez, la infinitud se expande en muchas
direcciones, no hay un único evento, ni un momento singular, “ el sol sale y el sol se opone, vuelve
jadeante a su lugar para volver a salir fulguroso, el viento va hacia el sur y
da vuelta en movimiento circular hacia el norte, en forma de círculo y sin
demora vuelve, todos los torrentes invernales van al mar, no obstante el mar
nunca está lleno, al lugar donde salen
los torrentes invernales allí regresan para poder salir” (Eclesiastés1)
De ahí que hoy sea común la
idea de que todos los libros ya se escribieron, de que todo incluyendo nuestra
vida es un reflejo falseado y mutilado, la
idea de que la poesía ya está terminada, que en ella todo y siempre, que en
ella el ciclo absoluto del retorno
eterno, la idea de que cada texto que se escribe
pertenece a un mismo poema que comenzó en lo antiguo y continua en un nuevo
contexto, tiene de alguna manera un sentido con lo ya explicado; pero debemos
dejar fuera el pesimismo para no ver la historia como tiempo perdido, ni el
tiempo personal empleado con el fin de dejar una verdadera y originar creación.
Recordemos la sentencia de
Gertrude Steín: “Todos somos una
generación de fundación” Aprender y olvidar parece ser la clave, el viejo
tema resonando, la vida, la muerte, el hombre, el amor, el desamor y vamos descubriéndonos,
expresando lo que jamás se ha expresado. La escritura tiende lazos con lo ya
vivido, con lo ya sabido, con el hecho único de volver al génesis y comenzar a
nombrar.
La poesía moderna no quiere ser más
que poema, expresa transformación de vida, en ese juego inofensivo de imágenes
y palabras, sin perder el ritmo que en ocasiones es el de la vida. Poema con su
energía apasionada ardiendo en nosotros transformando nuestra rebeldía. No podemos vivir siempre mutilados, siempre en las ruinas, abandonados sin
asidero y sin certezas a las tempestades de esta época incierta y terrible. Oyeron
que el arrepentimiento puede cambiar el futuro, si es así entonces el futuro diferirá del presente. Nuestro
es el tiempo apocalíptico, ese correr y apresurarnos, esa sensación de
cataclismo, de estar amenazados, nuestro
es el temor y lo incierto.
El hombre y su persistente vocación hacia el
mal y lo irónico, en su incidencia a la
rebeldía, busca transgredir todas las veces, rebeldía es sinónimo de modernidad.
Todos quieren escribir poemas modernos.
Algunos quieren hacernos creer que el
hombre ha dejado de suspirar por lo
bello, que la madre siempre es la prostituta y el padre es el pederasta, creer
que todo ese intento poético es contemporáneo lleva un siglo acompañándonos.
Ahora comenzamos hacernos consientes del error, ¿nos ha alcanzado esa
generación de “malditos”?
También se dice que en la
modernidad el autor nace con el texto, nada es previo, nada es después del momento creador, pero en
la modernidad también desaparece el autor,
para que nazca un nuevo creador: el lector. Ya se sabe que un texto no
está terminado hasta que encuentra a un lector, y que la obra llega a ser una
sola y misma cosa. Es el universo de los dos, son dos visiones dispares; esa “unidad de contrarios” es la que consigue esa participación.
Él escribirá una parte,
otra, y el lector con su interpretación
hará una recreación del texto. Algo que no le preocupa para nada al que
escribe. Valéry decía que: “un texto es
como un aparato del que cada cual puede servirse a su guisa y conforme a sus
medios; no es seguro que el constructor haga mejor uso de él que los otros”.
En la modernidad se dice
que el autor nace con el texto, que
nada es previo, y nada es después del
momento creador. Parece contradictorio
el hecho de que en la modernidad también desaparece el autor y que otro tome el protagonismo. Ya sabemos que un texto no
está terminado hasta que encuentra a un
lector y la obra llega a ser una sola y misma cosa. En la obra el universo de
los dos, son dos visiones; la gran “unidad de contrarios” un medio que consigue que el lector sea
transferido a la obra para que escriba una parte, otra. El lector con su
interpretación hará una recreación del texto. Eso no le preocupa para nada al
que escribe. Valéry decía que: “un texto
es como un aparato del que cada cual puede servirse a su guisa y conforme a sus
medios; no es seguro que el constructor haga mejor uso de él que los otros”.
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